Yo, Porrista.

Imagínense a un chiquito antes de su primer día de colegio, con su uniforme preparado, sus útiles ordenados por color y tamaño, todo acomodado de forma perfecta, todo emocionado. Así estaba Juan antes de competir en el Duatlon en noviembre al que me invito. En ese entonces, nosotros salíamos…casual, pero con muchísimo gusto acepté.

Juan me levanto a las 5 de la mañana feliz, y yo? Yo con los ojos entreabiertos y muda. Debo ser una de las personas menos mañaneras del planeta…sumándole que mi hobbie es dormir, todo un tema.

Juan con su Premio

Llegamos al campo donde era la competencia como a las 5.45 de la mañana para que Juan deje su Bici, frío de muerte, sueño y mal humor…pero lo más importante, buena cara. Él debe ser una de las personas más sociables que conozco, habla hasta con las paredes…así que se fue a sociabilizar con otros deportistas…y ahí estaba yo, sin manual…con pantalones, botas altas y sweater de verano, evitando la hipotermia y buscando desesperadamente mi café y mi medialuna para poder empezar mi día, sola.

La competencia empezó a las 7:00 y mi humor ya había empezado a transformarse a raíz de que conseguí mi café. Empezaron todos a correr y me acomodé en las gradas esperando a que vuelva pasar. Obviamente cuando ves a tu chico competir, y ves que es bueno…te derretís. Y ahí mismo paso…me empezó a picar el bichito del amor. Miedo…que iba a hacer yo con un adicto al deporte?. Mejor ni pensarlo…en fin, llego la transición a las bicis junto con mi pánico: velocidad, curvas, asfalto…mala combinación. Me la banque como una reina.  

Todo salió muy bien. Juan salió 2do y me invito al cumpleaños de su papa…a él también le había picado el bichito.